El sumiso Dani yacía inmovilizado boca arriba, sus extremidades bien abiertas
Escrito por medicalgloves El: 2 octubre 2025 , categoria Artículos, Visto 50 veces
El sumiso Dani yacía inmovilizado boca arriba, sus extremidades bien abiertas y sujetas con firmeza por correas de cuero que se hundían en la piel de sus muñecas y tobillos. La habitación, apenas iluminada por la luz tenue de una lámpara de pie, olía a látex y perfume caro, una mezcla que intensificaba la atmósfera de sumisión y control. El suelo de madera crujía bajo los pies de su ama, cuya presencia dominaba el espacio con una autoridad incontestable. Ella, vestida con un ajustado body de lycra negra que se adhería a cada curva de su cuerpo, complementado con suaves y brillantes medias Wolford negras crystal que resaltaban la forma de sus piernas, se inclinó sobre Dani con una sonrisa cruel dibujada en sus labios. Sus ojos, fríos como el acero, observaban con detenimiento cada reacción de su sumiso, disfrutando de la anticipación que se cernía sobre él.
Con guantes médicos de látex negro puestos, sus manos brillaban bajo la luz, dando a su figura un aire aún más intimidante. Se agachó lentamente, su aliento cálido rozando la piel de Dani, y comenzó a estimular su pene con movimientos precisos y calculados. Cada roce de sus dedos era una mezcla de placer y tortura, un recordatorio de quién estaba al mando. Dani gimió, su voz ahogada por la mordaza que le impedía articular palabra, pero su cuerpo hablaba por él. Al principio, los gemidos eran de placer, su miembro respondiendo instintivamente a la atención que recibía. Sin embargo, la sonrisa de su ama no era de compasión, sino de anticipación.
Sus dedos, expertos y despiadados, se adentraron en el cuerpo de Dani, buscando su próstata con una precisión quirúrgica. El masaje comenzó suave, casi tentador, pero pronto se intensificó, convirtiendo el placer en una sobreestimulación insoportable. Dani arqueó la espalda, sus músculos tensándose mientras intentaba escapar de la sensación abrumadora. Las lágrimas brotaron de sus ojos, no de dolor, sino de la frustración de no poder controlar su propio cuerpo. Su ama no mostró piedad, su rostro impasible mientras observaba cómo Dani se debatía entre el éxtasis y la agonía.
El cuerpo de Dani traicionó su voluntad, liberando fluidos sin control. El sudor perlaba su frente, mezclándose con las lágrimas que recorrían sus mejillas. Su pene, ahora un prisionero de los guantes de látex, palpitaba con una intensidad que rayaba en lo doloroso. La ama, impasible, aumentó la intensidad de su toque, sus dedos trabajando con una sincronización perfecta para mantener a Dani al borde del colapso. Su respiración se volvió entrecortada, cada inhalación un esfuerzo por mantener la cordura en medio del torbellino de sensaciones.
Sin previo aviso, la ama introdujo un dispositivo eléctrico en la ecuación. El zumbido bajo y constante del aparato llenó la habitación, un presagio de lo que estaba por venir. Dani intentó gritar, pero la mordaza ahogó su voz, reduciendo su protesta a un gemido sordo. La primera descarga eléctrica recorrió su cuerpo, provocándole un orgasmo forzado y doloroso. Sus músculos se contrajeron violentamente, su pene liberando un chorro de semen que manchó los guantes de su ama. Pero no hubo alivio, solo un vacío agonizante que lo dejó temblando y exhausto.
La ama observó con deleite su sufrimiento, su sonrisa ampliándose mientras Dani convulsionaba bajo su toque. Cada descarga eléctrica era un recordatorio de su poder, cada orgasmo forzado una prueba de su dominio. Dani suplicó en silencio, sus ojos implorando misericordia, pero ella no estaba allí para concederla. Su disfrute era su dolor, su desesperación su mayor recompensa. Finalmente, Dani alcanzó un orgasmo seco y agonizante, su cuerpo exhausto y humillado, sin una gota más que ofrecer.
La ama se inclinó sobre él, su aliento cálido rozando su oído mientras susurraba con una voz que era a la vez seductora y amenazante:
—¿Cuántos más crees que puedes soportar?
La pregunta flotó en el aire, cargada de promesas de más tormento y éxtasis. Dani, con los ojos cerrados y el cuerpo tembloroso, no pudo responder. Su ama se incorporó, su mano enguantada ya en movimiento, preparándose para continuar. La habitación, envuelta en silencio, esperaba el siguiente acto de este danza de dominación y sumisión. La noche era joven, y el juego apenas comenzaba.
(Muy pocos somos conscientes de lo fácil que es pasar del placer más intenso a la tortura más desesperante y agónica, cuando te fuerzan el placer. Yo lo se y reconozco que me encanta acabar llorando en esa situación)
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No había visto está historia ya que últimamente ando algo desconectada, ya lo sabes. Pero como siempre, me siento identificada contigo en la historia. Debe ser una tortura que sigan dándote placer después de haber llegado porque molesta y duele y s te quitan las ganas y es entonces cuando te sientes usada y humillada. Espero ke pronto puedas cumplir esa fantasía guapo y yo tmb😉. Un beso
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