La joven Laura, con sus 22 añitos, empujó la pesada puerta
Escrito por medicalgloves El: 3 diciembre 2025 , categoria Artículos, Visto 43 veces
La joven Laura, con sus 22 añitos, empujó la pesada puerta de la mazmorra, su corazón latiendo con una mezcla de anticipación y nerviosismo. El aire frío del lugar la envolvió, cargado con el aroma a sándalo y desinfectante médico. Sus ojos se ajustaron a la luz tenue, y allí estaba él, el Dom cuarentón, esperándola en el centro de la habitación. Su presencia era imponente, con su figura alta y musculosa, vestido con un ajustado y caro traje negro y camisa blanca que resaltaba su autoridad. Su mirada penetrante la atravesó, como si pudiera ver más allá de su ropa y descubrir los secretos que escondía bajo ella.
Tal como él había ordenado, Laura llevaba puesto un leotardo de gimnasia, ajustado a su cuerpo como una segunda piel, y debajo, unas pantimedias brillantes de nylon que se adherían a sus piernas como una caricia. Sobre esto, solo una camisa holgada y una falda corta, que ahora se sentía como una barrera innecesaria. El Dom la observó con una sonrisa lasciva, sus ojos brillando con una mezcla de deseo y dominación.
“Acércate Laura” su voz era grave y autoritaria, pero con un tono que la hizo sentir una oleada de calor en su interior. Sin decir una palabra, ella obedeció, sus pasos resonando en el suelo de piedra mientras se acercaba a la camilla ginecológica que dominaba el centro de la habitación. La camilla, fría y metálica, parecía esperar su cuerpo con una promesa silenciosa de placer y dolor.
Con manos temblorosas, Laura comenzó a desvestirse, dejando caer la camisa y la falda al suelo. El leotardo y las pantimedias quedaron al descubierto, ajustándose a sus curvas de una manera que sabía lo excitaría. El Dom se acercó, su presencia llenando el espacio a su alrededor, y ella sintió su mirada recorriendo su cuerpo, evaluándola, deseándola. La mandó que se tumbara en la camilla y procedió a atar sus brazos, torso, piernas y tobillos con correas sobre sus ropas elásticas. Sus piernas bien separadas en las perneras de la camilla ginecológica.
Las manos del Dom, grandes y callosas, se posaron sobre ella, acariciando su cuerpo a través de las telas ajustadas. Sus dedos se deslizaron por sus brazos, su cintura, sus caderas, como si estuviera memorizando cada curva, cada detalle. Laura contuvo la respiración, sintiendo su calor a través de las telas, su deseo palpable en el aire entre ellos. Llevaba fantaseando con esta situación desde bien jovencita. El Dom se sacó su pene y se frotó contra ella, su erección evidente contra su muslo, rozándose con el suave nylon de sus medias, y la lycra de su maillot apretado, incluso apretando entre sus piernas para sentir su rajita… ella gimió suavemente, su cuerpo respondiendo a su proximidad.
Sin decir una palabra, él tomó una venda de seda negra y le tapó los ojos, sumidiendo su mundo en una oscuridad cálida y acogedora. Laura se sintió aún más vulnerable, sus otros sentidos intensificándose para compensar la pérdida de la vista. Escuchó el suave susurro de las tijeras mientras él cortaba el leotardo, liberando su piel de la prisión de la tela. Liberando sus pequeños pechos de gimnasta y su torso apretado y duro. El aire frío besó su piel expuesta, pero las pantimedias permanecieron intactas, una promesa de lo que estaba por venir.
El sonido de un frasco abriéndose la hizo contener la respiración, y luego el aceite caliente y viscoso se derramó sobre su cuerpo, empapando las pantimedias que comenzaron a trasparentarse y resbalando por su piel como una caricia líquida. Ella no llevaba ropa interior bajo las medias. El contraste entre el frío del aceite y el calor de su piel la hizo temblar, y ella escuchó la suave risa del Dom, una promesa de más sensaciones por venir.
Con guantes médicos que crujían suavemente, el Dom comenzó a cortarle solo las medias por la entrepierna y comenzó a tocarla, sus dedos expertos encontrando los puntos sensibles de su cuerpo. Su atención se centró en su clítoris, masajeándolo con una presión firme pero suave que la hizo gemir en voz alta. Laura se retorció contra la camilla, su cuerpo respondiendo a su toque, mientras él continuaba explorando, mapeando su placer con una precisión quirúrgica.
De repente, sintió el frío metal de un espéculo contra su entrada, y luego la presión mientras la abría lentamente, exponiendo su intimidad a su mirada. Laura contuvo la respiración, sintiendo una mezcla de vergüenza y excitación mientras él la observaba, su dominio sobre ella completo.
La boca del Dom se acercó, sus labios separados mientras su lengua emergía para lamer y chupar, explorando su sabor con una intensidad que la hizo arquear sobre la camilla. Sus dedos se unieron, penetrando en ella con una habilidad que la hizo gritar de placer, dilatándola lentamente ayudando al espéculo, mientras el se comenzaba a tocar hasta estar erecto. Con su pene bien duro y su capullo bien salido y húmedo, rozaba su rajita en un movimiento rítmico que la llevó al borde del abismo.
Tras dedicarle tiempo a su placer y dilatación, haciendo que se moje de una forma inimaginable por ella, procedió a hacerla un fisting que llegó sin advertencia, su mano enguantada deslizándose en ella con una facilidad que la hizo gemir de sorpresa y placer. El dolor y el placer se entremezclaron mientras él la llenaba, su cuerpo estirándose para acomodar su tamaño. Y luego, el anal, su dedo encontrando por su entrada trasera, preparándola con una lentitud tortuosa antes de deslizarse en ella, llenándola completamente.
Laura gritó, su cuerpo tenso mientras el dom le introducía un catéter en su uretra, la sensación extraña y invasiva. Sintió su vejiga vaciarse, sin voluntad propia, vulnerable y humillada al notar salir el líquido caliente corriendo por el tubo, y luego los azotes de su dom mientras se vaciaba, el sonido resonando en la habitación mientras el dolor se mezclaba con el placer, llevándola a un estado de euforia sensorial.
El Dom la sujetó a la camilla, sus manos fuertes manteniéndola quieta mientras la llevaba al orgasmo una y otra vez. Laura aulló de placer y llena de necesidad, su cuerpo temblando bajo su toque. Él la empujó más allá de sus límites, explorando cada rincón de su placer, hasta que finalmente, exhausta y satisfecha, la liberó.
Sin aliento, el dom le pidió que se levantara de la camilla Laura, su cuerpo brillante con una mezcla de sudor y aceite, sus medias mojadas y transparentes. El Dom se tumbó en la camilla, su presencia aún dominante, y con una orden suave pero firme, le indicó que se ocupara de él.
Laura obedeció, su boca buscando su erección, dura y palpitante bajo sus labios. Lamió y chupó, su lengua explorando su frenillo, mientras sus manos masajeaban sus testículos y pezones, introduciendo un dedo en su ano, combinando sensaciones que lo hicieron gemir de placer. El Dom se dejó llevar, su cuerpo respondiendo a su toque experto, mientras ella lo masturbaba con una habilidad que solo una sumisa bien entrenada podía poseer.
El orgasmo del Dom llegó en dos oleadas poderosas, su semen caliente llenando su boca en la primera, y en la segunda, rociando sus pantimedias, mezclándose con el aceite en una muestra de lujuria y sumisión. Laura tragó, saboreando su esencia, mientras su semen corría por sus piernas, una marca de su dominio y su placer compartido.
En ese momento, Laura se sintió completa, su cuerpo y mente satisfechos de una manera que solo él podía lograr. El Dom la miró, su expresión satisfecha, y ella supo que había cumplido su propósito, que había sido la perfecta sumisa en su juego de dominio y sumisión. La mazmorra, con sus secretos y promesas, los había unido en un baile de placer y dolor, y Laura no podía esperar a ver qué les depararía la próxima sesión.
¿Cómo debería continuar la historia?
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Tremenda historia. Ya encontraba a faltar tus textos. Me alegra saber que estás de vuelta.
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