La luz tenue de las lámparas rojizas se reflejaba en el

Escrito por medicalgloves El: 4 diciembre 2025 , categoria Artículos, Visto 18 veces

La luz tenue de las lámparas rojizas se reflejaba en el cuerpo ajustado de él, resaltando cada curva del traje negro que lo envolvía como una segunda piel. El Dom, acostumbrado a ser quien dictaba cada movimiento, cada gemido, ahora yacía sobre la fría camilla ginecológica, las piernas separadas atadas y las muñecas atadas a los reposabrazos de cuero con correas de velcro. Sus músculos, tensos por la anticipación, se marcaban bajo el látex mientras observaba cómo Laura se acercaba con una sonrisa que no prometía nada bueno.

Ella se había despojado de la camisa holgada y la falda corta, dejando al descubierto el maillot de gimnasia negro, ceñido a su cuerpo como si estuviera pintado sobre su piel. Las pantimedias blancas, impecables, se extendían desde sus caderas hasta los pies, donde las zapatillas de ballet yacían abandonadas en el suelo. Con movimientos deliberadamente lentos, se puso los guantes de látex, estirando cada dedo hasta que el material brilló bajo la luz. El sonido del látex rozando su piel hizo que un escalofrío recorriera la espalda del Dom, quien, por primera vez en años, sintió el peso de la vulnerabilidad. No había safeword esta vez. No había escape.

Vas a aprender cómo se siente ser el juguete— susurró Laura, su voz baja pero firme, mientras deslizaba las manos enguantadas por el interior de sus muslos. El látex crujía levemente con cada movimiento, un recordatorio constante de quién llevaba el control ahora. Él tragó saliva, sintiendo cómo su propia excitación crecía a pesar de la situación. No podía negarlo: la idea de ser dominado por ella, de ser usado a su antojo, lo ponía más duro que nunca. Pero también sabía que Laura no sería indulgente.

Sus dedos se cerraron alrededor de uno de sus pezones, apretando hasta que el látex se hundió levemente bajo la presión. Él jadeó, el dolor agudo pero placentero irradiándose por su pecho. Antes de que pudiera adaptarse, Laura inclinó la cabeza y envolvió el otro pezón con sus labios, la lengua caliente y húmeda contrastando con el frío del látex. Lo lamió con lentitud, saboreando la salinidad de su sudor, antes de mordisquearlo con suficiente fuerza para arrancarle un gemido ahogado. Sus dientes rozaron el latex, dejando una marca húmeda que se evaporó al instante con el calor de la habitación.

Te gusta, ¿verdad?— murmuró ella contra su piel, su aliento caliente filtrándose a través de los pequeños agujeros del traje. —Admítelo.

Él asintió, incapaz de formar palabras, mientras sus caderas se arqueaban instintivamente hacia ella. Laura sonrió, satisfecha, antes de retroceder y tomar el catéter de la bandeja. El tubo flexible brilló bajo la luz cuando lo desenrolló, sus dedos expertos preparando la punta lubricada. Cogió un calcetín y se lo metió en la boca. A continuación cogió un rollo de precinto y le tapo la boca. 

Esto va a doler— advirtió, aunque su tono no dejaba espacio para quejas. —Pero vas a aguantar y además no vas a poder gritar.

El Dom apretó los puños alrededor de las correas que lo inmovilizaban cuando sintió el frío del lubricante resbalando por su polla, seguido de la presión insistente del catéter forzando su entrada. El ardor fue inmediato, una sensación de estiramiento antinatural que lo hizo maldecir entre dientes. Laura no se detuvo. Empujó con firmeza, observando con atención clínica cómo el tubo se deslizaba centímetro a centímetro dentro de su uretra. Cuando finalmente estuvo en su lugar, ella conectó la bolsa de drenaje al extremo libre, dejando que el peso del líquido tirara levemente del catéter.

Ahora ya no decides cuándo mear— dijo, pasando un dedo por el tubo que sobresalía de su ingle. —Yo decido.

Él gruñó, la humillación y la excitación mezclándose en un cóctel intoxicante. Antes de que pudiera procesarlo, Laura deslizó una mano hacia sus testículos, envolviéndolos con una presión que lo hizo arquearse. El látex de sus guantes chirrió cuando comenzó a masajearlos, primero con suavidad, luego apretando hasta que el dolor se volvió insoportable. Sus dedos se cerraron alrededor de la base de su saco, estrujando con una crueldad calculada.

¿Cuánto aguanta el gran Dom?— preguntó, retorciéndolos levemente. Él jadeó, las correas de las muñecas tirando de sus brazos mientras intentaba, en vano, escapar del agarre. —Dímelo.

¡intentó gritar sin conseguirlo!— el sudor perlándole la frente bajo la capucha de látex.

Laura sonrió, complacida, antes de soltar sus bolas con un golpe seco que lo dejó sin aliento. El dolor irradió hacia su ingle y estómago,  mezclándose con el placer residual de la estimulación. Pero no le dio tiempo a recuperarse. Con movimientos fluidos, se colocó entre sus piernas y deslizó las manos hacia su ano, ya relajado por el lubricante que había aplicado antes.

Ahora viene lo bueno— susurró, presionando la punta de su dedo índice contra su entrada. Él contuvo la respiración cuando sintió la presión aumentar, el anillo de músculo cediendo poco a poco ante la invasión. Laura no se apresuró. Trabajó un segundo dedo dentro de él, estirándolo con movimientos circulares mientras observaba su rostro contorsionarse en una mezcla de dolor y éxtasis.

Vas a tomar mi puño— anunció, como si estuviera comentando el clima. —Y vas a correrte como el perro sumiso que eres.

El Dom intentó protestar, pero las palabras murieron en su garganta cuando ella comenzó a introducir un tercer dedo, luego un cuarto, estirándolo hasta que sintió que se partía en dos. El ardor era intenso, pero bajo eso, algo más profundo comenzaba a tomar forma: una presión constante en su próstata que lo hacía temblar. Laura no se detuvo e introdujo toda la mano dentro de el y usó la otra para ajustar el catéter, asegurándose de que la bolsa de drenaje estuviera en posición.

Respira— ordenó, y él obedeció, inhalando profundamente cuando sintió el ancho de su mano comenzando a penetrarlo. El estiramiento era brutal, una sensación de plenitud abrumadora que lo llenaba por completo. Laura trabajaba con paciencia, girando la muñeca para abrirlo más, sus nudillos presionando contra sus paredes internas.

Dios…— gemió él, las lágrimas asomándose en las esquinas de sus ojos. No era dolor puro, ni placer puro. Era algo más, algo que lo descomponía y lo reconstruía al mismo tiempo.

Cállate y aguantas— respondió ella, empujando más fuerte. Su puño desapareció dentro de él hasta la muñeca, el látex de su guante brillando con el lubricante. Con la mano, encontró su próstata y comenzó a masajearla con movimientos firmes, presionando justo donde sabía que lo volvería loco.

El efecto fue inmediato. Un gemido gutural escapó de sus labios mientras su polla, aún atrapada por el catéter, intentaba endurecerse. La presión en su próstata era demasiado, el placer demasiado intenso. Laura no dejó de mover los dedos, frotando ese punto sensible una y otra vez hasta que sintió cómo su cuerpo se tensaba, al borde.

Córrete— ordenó, y él no tuvo elección.

Un orgasmo brutal lo atravesó, sacudiéndolo desde los dedos de los pies hasta la punta de los cabellos. Su semen no pudo escapar, atrapado por el catéter, pero su cuerpo se arqueó fuera de la camilla, los músculos contraídos en éxtasis puro. Al mismo tiempo, la vejiga se liberó, la orina fluyendo por el tubo en un chorro constante que llenó la bolsa de drenaje con un sonido húmedo. Laura observó, fascinada, cómo su cuerpo respondía a cada estímulo, cómo el placer y la humillación se entrelazaban en su expresión.

Cuando finalmente se relajó, jadeante y cubierto de sudor, ella retiró su puño con lentitud, dejando su ano palpitante y abierto. Lo desató de la camilla sin prisa, disfrutando la manera en que sus piernas temblorosas apenas lo sostenían. Con un empujón suave, lo guió hacia la cama cercana, donde lo tumbo boca arriba antes de atar sus tobillos y sus muñecas a los postes de la cabecera, dejando sus piernas bien abiertas, expuesto por completo.

Ahora es mi turno— anunció Laura, desabrochando el cierre del maillot con un movimiento fluido. El tejido negro se desprendió de su cuerpo, revelando su piel pálida y tonificada, los pezones duros y rosados, el vello de su coño perfectamente recortado. Se quitó el maillot por completo, dejándolo caer al suelo antes de tomar un cuchillo pequeño de la mesa de instrumentos.

El Dom la observó con los ojos entreabiertos, el agotamiento y la lujuria luchando por el control de sus sentidos. Laura se acercó a sus piernas, las pantimedias blancas aún impecables, y con un gesto preciso, cortó un agujero en la tela sobre su coño. El sonido del nylon rasgándose fue casi tan excitante como la vista de su sexo húmedo y listo, ahora completamente accesible.

Sin preámbulos, se montó sobre él, sus rodillas hundiéndose en el colchón a cada lado de sus caderas. Tomó su polla, aún sensible pero comenzando a recuperarse, y la guió hacia su entrada. El contacto fue eléctrico; ella estaba empapada, su excitación goteando sobre sus bolas mientras se hundía sobre él en un solo movimiento fluido.

¡Joder!— gruñó él, las correas de los tobillos tirando cuando intentó levantarse para poderla ver sobre el cabalgándole. Pero Laura lo inmovilizó con las manos en su pecho, clavando las uñas a través del látex.

Te dije que era mi turno— siseó, comenzando a moverse. Sus caderas chocaban contra las de él con un ritmo implacable, cada embestida profunda y controlada. Sus músculos internos se cerraban alrededor de su polla, apretando y liberando en un masaje que lo llevaba al borde una y otra vez.

Él jadeaba, las manos aún atadas sobre su cabeza, incapaz de hacer nada más que recibir. Cada vez que intentaba tomar el control, ella cambiaba el ángulo, frotando su clítoris contra la base de su polla o apretando sus paredes alrededor de él hasta que veía estrellas.

No te corras o sufrirás más, porque no pienso parar— le advirtió, inclinándose hacia adelante para morder su labio inferior. —No hasta que yo lo diga.

El Dom gruñó, la orden luchando contra el instinto primal que le exigía liberarse. Pero obedeció, o al menos lo intentó, mientras Laura aumentaba el ritmo, sus pechos balanceándose con cada movimiento, el sudor resbalando entre sus cuerpos.

Buen chico— susurró ella, sus labios rozando su oreja. -Te cuesta aguantar, lo se y vas a correrte dentro de mi, pero lo que no sabes es que no voy a parar después. —

Continuó cabalgando hasta que el no puedo aguantar más y estalló de nuevo en un segundo orgasmo dentro de Laura.


– Ahora viene lo bueno- Laura se la sacó de dentro y comenzó a mamársela para hacer que se le volviera a poner dura. Cuando lo hizo, volvió a clavársela y a cabalgar.  De repente el sintió una sensación extraña, estaba superestimulado y el roce de la vagina de Laura rozando su capullo era realmente doloroso e inaguantable. De repente sintió que se orinaba. – Eso es, lo notas verdad? No vas a poder evitarlo, no es orina, es un squirting y te voy a drenar con mi coño- – deja que suceda, no fuerces, eres mio – El dom sintió como de su pene fluia un liquido a chorros involuntarios dentro de la vagina de Laura. -Así perrito, lléname por dentro. El líquido salía del pene del dom directamente al interior de la vagina de Laura y luego de la vagina al exterior… mientras el gritaba bajo la mordaza temblando y con convulsiones de la sensación tan intensa vivida. – Ahora te pertenezco y tu me perteneces a mi- 

Y con esas palabras de la boca de la joven Laura, él supo que, por primera vez en años, no tenía ni idea de lo que vendría después. Y eso, más que nada, lo excitó hasta el límite.

¿Cómo debería continuar la historia?



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