Sumisión TransfiguradoraEric se encuentra inmovilizado, envuelto en film transparente, mientras la

Escrito por medicalgloves El: 6 octubre 2025 , categoria Artículos, Visto 28 veces

Sumisión Transfiguradora

Eric se encuentra inmovilizado, envuelto en film transparente, mientras la poderosa domina toma control de su cuerpo y voluntad. Ella lo lleva a un estado de excitación extrema, jugando con sus límites de sumisión y placer, transformándolo por completo.

Eric yacía completamente inmóvil en la camilla, su cuerpo envuelto en un film transparente que lo momificaba de pies a cabeza. El material se ajustaba a cada curva de su anatomía, resaltando los contornos de sus músculos y la forma de su pene, que ya comenzaba a endurecerse ante la anticipación de lo que estaba por venir. La habitación, iluminada por una luz tenue, olía a desinfectante y látex, un aroma que Eric asociaba inevitablemente con la dominación y el placer extremo. No podía moverse, ni siquiera un dedo, y eso lo excitaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

La domina entró con pasos lentos y deliberados, su presencia llenando el espacio como una fuerza irresistible. Vestía un ajustado uniforme de enfermera que se ceñía a sus curvas, resaltando sus pechos firmes y su cintura estrecha. Las pantimedias blancas de lycra brillaban bajo la luz, y los guantes médicos que cubrían sus manos le daban un aire clínico y, al mismo tiempo, perverso. Su sonrisa era una promesa y una amenaza, y Eric sintió cómo su corazón aceleraba al verla acercarse.

—¿Listo para tu tratamiento, Eric? —preguntó con voz suave pero cargada de autoridad. Su tono no admitía réplica, y él solo pudo emitir un gemido ahogado, su boca ya amordazada con una cinta de tela que le impedía hablar. La domina se inclinó sobre él, su aliento cálido rozando su oído, y susurró—: No necesitas responder. Ya conozco la respuesta.

Con movimientos precisos y calculados, la domina se posicionó junto a la camilla y comenzó a trabajar en los testículos de Eric. Los ató con un hilo de seda, apretando lo suficiente para que sintiera la presión, pero sin causarle dolor. El contacto de sus manos enguantadas a través del film era eléctrico, y Eric sintió cómo su pene palpitaba, atrapado en su prisión transparente. La domina sonrió al notar su reacción, su poder sobre él era absoluto.

—Eres mío, Eric —murmuró mientras se levantaba y se colocaba junto a su cabeza—. Tu cuerpo, tu voluntad, todo me pertenece.

Con un bisturí esterilizado, cortó el film estratégicamente a la altura de los pezones de Eric. El aire frío rozó su piel sensible, y él tembló, no solo por el contacto, sino por la anticipación de lo que vendría. La domina aprovechó la apertura para estimular sus pezones con los guantes, frotándolos en círculos lentos que hicieron que Eric arqueara la espalda, aunque el film lo mantuviera inmóvil. Su pene, ya completamente erecto, palpitaba contra el plástico, suplicando atención.

—¿Te gusta esto, Eric? —preguntó con voz melosa, aunque no esperaba respuesta—. ¿Te gusta cómo te controlo, cómo te hago sentir?

No hubo necesidad de palabras. La respuesta estaba en su cuerpo, en la forma en que su pene se endurecía más con cada toque, en cómo sus músculos se tensaban bajo el film. La domina sonrió, satisfecha, y se inclinó sobre él, su boca cerca de su oído.

—Vas a aprender lo que significa ser mío —susurró antes de comenzar su juego.

Con manos expertas, la domina estimuló el pene de Eric a través del film, deslizando sus dedos enguantados sobre la superficie transparente. El roce era tortuosamente placentero, y Eric sintió cómo su excitación crecía, llevándolo al borde del orgasmo. Pero justo cuando estaba a punto de estallar, ella detuvo el movimiento, dejándolo colgado en el precipicio.

—No tan rápido, Eric —dijo con una sonrisa perversa—. Aún no es el momento.

Cortó el film liberando su pene excitado y ya mojado de precum. Repitió el proceso una y otra vez, llevándolo al límite y retirándose antes de que pudiera alcanzar el clímax. Eric comenzó a gemir detrás de la mordaza, su cuerpo temblando de necesidad. La domina disfrutaba de su tormento, su control sobre él era total, y lo sabía.

—¿Quieres correrte, Eric? —preguntó, su voz cargada de burla—. ¿Quieres sentir cómo te liberas? Lo siento, pero eso no va a pasar… aún.

Introdujo un juguete uretral a través de la abertura, deslizándolo con cuidado dentro de su pene. El objeto frío y metálico hizo que Eric se retorciera, aunque el film lo mantuviera inmóvil. La domina activó un vibrador, y las sensaciones que recorrieron su cuerpo fueron abrumadoras. Su pene palpitaba, suplicando liberación, pero ella solo sonreía, disfrutando de su agonía.

—Eres tan predecible, Eric —murmuró mientras usaba su boca para estimularlo aún más—. Siempre respondes exactamente como quiero.

Las horas parecieron eternas. La domina usó cada truco en su repertorio para mantener a Eric en un orgasmo tras otro. Su cuerpo, exhausto y sudoroso, comenzó a traicionarlo. Sus músculos temblaban, y su mente estaba nublada por el deseo y la frustración. No soportaba la sobreestimulación, ese dolor extremo mientras su pene lanzaba chorros de semen y de orina sin parar, exhausto… Finalmente, cuando ya no pudo más, su cuerpo se rindió. Un chorro de orina salió lanzado sin control mientras la dómina no dejaba de frotar su capullo , evidenciando su derrota.

La domina se inclinó sobre él, su rostro a centímetros del suyo. Su sonrisa era triunfal, y sus ojos brillaban con una mezcla de orgullo y crueldad.

—¿Ves lo que has llegado a hacer por mí? —susurró, su aliento cálido rozando sus labios—. Tu cuerpo, tu voluntad, todo es mío.

Eric cerró los ojos, su rostro enrojecido por la vergüenza y el éxtasis. Sentía una mezcla de emociones: humillación, placer, sumisión. La domina había llevado su cuerpo y su mente más allá de los límites que creía posibles.

Con movimientos lentos y deliberados, la domina retiró los guantes, dejando que el aire frío rozara la piel sensible de Eric. Luego, con un último gesto, desató el film, liberándolo de su prisión transparente. Eric cayó en la camilla, tembloroso y exhausto, su cuerpo aún palpitando por las sensaciones que había experimentado.

La domina se alejó con una sonrisa triunfal, su uniforme impecable, como si nada hubiera pasado. Pero Eric sabía que todo había cambiado. Había sido llevado más allá de sus límites, humillado y extasiado, en un final que cerraba este capítulo de sumisión y placer extremo.

Y mientras yacía allí, tembloroso y vulnerable, Eric entendió que ya no era el mismo. La domina lo había transformado, y su cuerpo y su voluntad ya no le pertenecían. Eran suyos, y él no podía hacer nada más que aceptarlo.




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